Luther Jacq es un viejo profesor de psiquiatría a punto de jubilarse, que convoca a sus cuatro mejores alumnos para leerles una carta que recibió hace años de su mejor amigo, Alex, ya desaparecido. Los muchachos, Divivier, Proust, De la Pierre y Gaumont, reaccionan de distintas maneras al relato, como se verá. Con el pretexto de solicitar sus opiniones como futuros psiquiatras, va desgranando la lectura de una espantosa experiencia. Alex era un hombre millonario que regresó cambiado de la guerra. Ambos eran de Marsella, y mantenían una estrecha y profunda amistad que se vio interrumpida por el estallido de la contienda, pues Luther Jacq fue declarado no apto para combatir y Alex sí. Durante una escaramuza militar, Alex se aproxima a un pequeño pueblo perdido en el sur de Francia con otros cuatro soldados a su mando. Así, encuentran a una anciana que les recibe con una escopeta. Pero no son alemanes, son franceses como ella, y le piden víveres. La anciana hace lo posible por evitar que abran una trampilla cerrada con soldaduras y cadenas, pero eso espolea más la curiosidad de Alex. Cuando finalmente la abren, escapa un olor nauseabundo y algo sale del sótano. La criatura únicamente dejará vivir a Alex en agradecimiento por su liberación. La anciana, antes de morir, le acusa de haber dejado escapar al mismísimo Diablo y le responsabiliza directamente de todas las muertes que provoque a partir de ese nefasto día.
Para los amantes del horror en estado puro, una elegante novela sobre los no muertos que necesitan sangre para seguir manteniendo una existencia repleta de horrendos crímenes.
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